El Cumpleaños
23 Septiembre 1959
Un cumpleaños espléndido.
Como todos los días, abrieron la celda a las 6 y media y pusieron sobre la tabla de madera dos pocillos cascados con una mezcla de agua, leche y dudoso café, dos panes y dos platos con arroz y frijoles, pero como ayer vino la Cruz Roja y nos trajo comida de la casa, no toqué el desayuno de la cárcel.
Si no hubiera habido Cruz Roja, el puerco desayuno habría sabido sabroso, pero como tengo cosas mejores para comer, lo encuentro puerco.
Esa es una muestra de la relatividad de las cosas, sobre todo si se toma en cuenta que aún el desayuno Cruz Roja no tiene, sí, nada de espléndido, comparado con el que hubiera podido tomar en mi casa.
El hombre ha creado sus necesidades, y cuando las satisface aspira a llenar otras nuevas, que le son desconocidas y por lo tanto codiciables. La cárcel puede tomarse como un ensayo de la pobreza absoluta, y ciertamente que ésta no es tan mala como parece. Cuando uno no posee nada siente placer en la posesión de un alfiler; y ello demuestra que el sentido de la propiedad es tan innato al hombre como el sentido del gusto, o del tacto. La carencia absoluta, da valor al alfiler.
Cuando todo el Universo de un hombre se concreta a cuatro paredes, el clavo, o el alfiler, son la totalidad del Mundo en que se vive. Hacen el mismo papel de la luna, objeto inalcanzable, pero cuya visión y compañía nos es tan grata. Con un alfiler se posee el Universo.
* * *
En este mi trigésimo quinto cumpleaños, pasado en la cárcel, bien puedo decir que me ha traído a ella la repulsión que siento por la injusticia. Como yo odio la injusticia, ésta se venga de mí y se me hace presente cada vez que puede.
Mis rebeliones comenzaron cuando vi que el Estado era un botín para los gobernantes, mientras el pueblo padecía flaco y enfermo, sucio y analfabeto, obligado al aplauso de quien le causaba el daño. Escribí contra los magnates de nuestras minas de oro que dejaban grandes huecos en la tierra, y cavernas en los pulmones de los mineros. Escribí contra los monopolios, contra los fraudes que perpetuaban en el poder a los millonarios explotadores, y contra su egoísmo. No hice diferencias entre quienes por alguna razón estaban conectados a mi persona o familia, y quienes no lo estaban. Quise por mi parte representar el papel de un hombre justo con los que trabajan en el periódico de mi padre, y al mismo tiempo que elevaba sus salarios, les dí bonificaciones y Servicio Médico Gratuito, antes de que el Estado se decidiera por razones de propaganda a establecer el Seguro Social.
Luché contra toda forma de explotación, sin explotar a nadie, más que a mi pobre mujer y a mis hijos, a quienes hasta el presente no he dado ni casa propia, ni compañía perenne, ni seguridad futura. Todo esto ha sido una rebelión, primero desarmada y cívica, luego armada y violenta, al cabo de la cual, con 35 años de me encuentro preso, acusa vida,do de TRAICION A LA PATRIA, y de ser enemigo del pueblo. Pero en medio de todo, estoy contento, porque a esto me ha llevado un sentido cristiano de la vida inculcado en mi corazón desde la niñez por mis padres, y el cual, mucho más cerca de lo imperfecto que de lo perfecto, tiene bastante parentesco con aquel precepto que manda "amar al prójimo, como te amas a tí mismo", lo que quiere decir amar al pueblo, que es el prójimo.
Talvez yo no he gozado de lo que se llama la vida, con la intensidad a que aspiran muchas de las personas que conozco, pero he gozado intensamente de la humanidad, viéndola y examinándola tal y como es.
Algo de esto, comentaba anoche con un compañero quien junto conmigo y otros a quienes algunos llaman "locos", se ha ido arruinando poco a poco al ponerse al lado de la gran rebelión de la justicia y de la honestidad, contra la satrapía que ha instalado sus reales en Nicaragua.
La clave de nuestra desgracia, es muy sencilla: fuimos educados como cristianos. Se nos castigaba desde niños duramente cuando mentíamos. Se nos enseñó a dar de lo nuestro al desvalido. Se nos dijo que el robo, era un pecado gravísimo, y una afrenta irreparable. Siendo de familia pudiente, siempre oímos dentro de ella alabar al pobre y respetar con gran estima al humilde. Nuestros primeros años de vida transcurrieron dentro de una férrea disciplina familiar, que hacía énfasis constante en lo que era el bien, y lo que era el mal.
¿Qué raro tiene, entonces que estando impreparados para ser hipócritas, ladrones, mentirosos, y explotadores del pobre, hayamos venido a demostrar ser unos inadaptados en este medio de latrocinio en que nos tocó vivir...?
Es más, durante el resto de mi vida, no pienso cambiar. No podría cambiar. Estoy seguro de que tampoco otros muchachos nicaragüenses que piensan como digo, podrán cambiar.
La fecha de mi cumpleaños me sugiere, que a pesar de todo, no he perdido los 35 años que llevo de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario